La fiesta del solsticio
Es la fiesta más importante del año, en directa competencia con la Navidad y los Carnavales. Se celebra en la noche del 23 al 24 de junio, festividad de San Juan según el calendario católico. Pero su origen debe de remontarse mucho más atrás, teniendo en cuenta el hondo significado y simbolismo que encierra el momento de la celebración: el solsticio de verano.
El Sol alcanza esa noche el máximo grado de alejamiento respecto al plano del ecuador. Al amanecer se produce un curioso fenómeno de refracción, por el que el astro “baila”. Así lo explican varias cantigas populares:
"Mañanciña de San Xoán, mañanciña a máis garrida / que baila o sol cando nace / e ri cando morre o día"
No es una creencia exclusiva de Galicia: hay ejemplos paralelos desde Lanzarote hasta Guipúzcoa, entre otras regiones europeas. Dicen que a traves de una peneira (tamiz o cedazo de redes metálicas) se aprecia mejor el fenómeno, que ya en el siglo V era observado por los romanos desde lo alto de un monte.
Propiedades del agua
Se trata, sin duda, de una hora mágica. En varias comarcas de Galicia aún se tiene por seguro que un baño de rocío en el amanecer de San Juan cura la sarna, y por extensión cualquier enfermedad de la piel. Otras versiones apuntan la necesidad de rodar desnudo sobre la hierba mojada para beneficiarse de á¡s propiedades curativas.
Los poderes del líquido elemento alcanzan también a los animales, sustento de la casa tradicional gallega. En parroquias de Redondela aún se mantiene la costumbre de "lavar" el ganado en un arroyo en la mañana del 24 de junio. En otras comarcas, el conjuro consiste en hacer pasar al animal por encima de las cenizas de la noche anterior, para alejarle del mal y asegurar un buen rendimiento durante la temporada.
El uso ritual del agua en la noche más corta del año se extiende hasta la salada del mar. Cientos de mujeres toman cada verano los baños "das nove ondas" en la playa de A Lanzada (Sanxenxo), con el fin de alcanzar la fertilidad o conseguir marido. La ceremonia tiene lugar sobre todo en las proximidades de la capilla de Nosa Señora, y en ocasiones se acompaña con la recogida de nueve hojas de olivo. Este rito se celebra en muchas otras playas -por no decir en todas- con más o menos fe en el resultado.
La "flor del agua", esto es, la que se recoge en una fuente poco antes de que salga el sol, posee según la tradición popular excepcionales propiedades: aparta a las brujas y en general toda mala influencia, cura enfermedades y hace a las mujeres más bonitas:
"Día de San Xoán alegre / meniña, váite lavar / que a fresca e a auga desta manecida / cor de cereixa che teñen que dar".
En particular, se atribuyen virtudes sanadoras a las "fontes santas", cuyo culto parece anterior a la llegada del cristianismo, y que en este día tienen más poder que cualquier otro. Sea como fuere, la tradición asegura que beber de nueve manantiales cura el bocio, y el reuma si son trece las fuentes visitadas.
Fuego purificador
Prácticamente no hay barrio o aldea que deje de celebrar con una hoguera la noche de San Juan. Aunque en algunas áreas de Galicia los fuegos se trasladan a fechas próximas (San Pedro, San Antonio), en la actualidad se ha convertido en el protagonista de esta fiesta del solsticio veraniego.
La ceremonia comienza días antes, cuando el vecindario, en especial niños y jóvenes, hacen acopio de palos, maderas, viejos muebles y todo objeto dispuesto a la quema. El emplazamiento depende del número de personas que rodearán el fuego, desde la pequeña larada familiar hasta las grandes castillos situados en un alto -o en la playa, cuando se permitía- para disfrute de todo el pueblo.
Fogueira, cacharela, luminaria, queima de San Xoán... las denominaciones son múltiples según el tamaño del fuego. El acto de encenderlo aún conserva cierto carácter sagrado: silencio, expectación ante las primeras llamas, gritos y aplausos cuando la estructura comienza a derrumbarse.
‘Salvar o lume'
En esta fiesta participa todo el mundo, sin distinción de edad, sexo o condición social. La música subraya el tono festivo, que llega a su punto álgido en el momento de “saltar” o “salvar” el fuego.
El salto ha de realizarse, según la costumbre más extendida, en número impar de veces y cuando sólo quedan brasas. Tradicionalmente se acompañaba de unos versos que refuerzan su efecto protector:
“Salto por enriba / do lume de San Xoán / para que non me trabe / nin cobra nin can”
O también:
“Sálvote lume de San Xoán / que non me roa nin cadela nin can"
Cada cual debe buscar el destino de su conjuro: los solteros para casarse, los niños para crecer, los enfermos para sanar, los hechizados para eliminar el meigallo.. Indica el antropólogo Clodio González en su obra "As festas cíclicas do ano", el fuego de San Juan "é bó para todo, tanto polas súas virtudes apotropaicas como purificadoras".
El rito pretende, en último término, proteger de todo mal a las personas, proceda éste de causas naturales o sobrenaturales: en Viana do Bolo, por ejemplo, se cuidan bien de que el fuego dé “fume abondo para escorrenta-las bruxas e os malos espíritos".
Otros aspectos destacables de la fiesta de San Juan residen, por un lado, en el protagonismo absoluto de la juventud, como atestiguan alrededor de las grandes hogueras de Panxón; por otro en el tono de transgresión, similar a otras celebraciones de semejante magnitud como el Fin de Año o el Entroido.
En O Morrazo y otras comarcas aún es coriente gastar bromas a los vecinos, abriendo cercas, cambiando aperos de sitio o incluso liberando al ganado.
Ritos de adivinación
Una creencia muy extendida por Galicia habla de los poderes adivinatorios que tiene la noche más corta, inicio del verano.
Entre las diversas fórmulas concebidas para saber el futuro se encuentra la de echar una clara de huevo dentro de una taza o vaso al caer la tarde. Al amanecer del día 24 encontrará una figura que indica por dónde pueden caminar las cosas: "Se unha moza solteira ve un martelo, axiña casará cun carpinteiro; se hai un barquiño, cun mariñeiro, ou tamén pode ser que faga unha longa viaxe... se está un cadaleito entón é a morte que anda facendo as beiras", explica Claudio Rodríguez.
Otro método consiste en dejar una monda de patata al fresco; al día siguiente tendrá la forma de una letra que corresponderá a la inicial del mozo o la moza con quien se irá a casar.
Existen, finalmente, conjuros basados en el uso de plantas de temporada como el "sanxoán" o el sauce, cuyas hojas cuelgan los jóvenes en la noche de San Juan para saber si les espera desgracia o felicidad (sino).
Seres de leyenda
La magia que durante estás horas afecta a plantas, animales y hombres se manifiesta también en los seres míticos que habitan los castros y las aldeas de Galicia. Él día de San Juan se hace visible la presencia de donas y mouros, dueños de fantásticos tesoros.
Las donas o mujeres encantadas aparecen al amanecer en bosques o fuentes, bien resguardando su tesoro, bien peinándose o tomando el sol. Los hombres más valientes intentan desencantaría a través de diversas pruebas, entre las que se incluye inevitablemente un beso. Sin embargo, el contacto nunca se produce pues antes de que toquen sus labios la dona se convierte en una feroz cobra.
Dólmenes y castros son los lugares preferidos por los mouros, seres de leyenda que según el "Libro Mágico de San Ciprián" han dejado 174 tesoros en el país gallego. También ellos tientan a los hombres por San Juan.
El imaginario tradicional vincula además esta fecha con la inundación de aldeas, generalmente por la mala actitud de sus vecinos.
Pervive, pues, toda una serie de ritos y leyendas que la celebración católica de San Juan Bautista no ha conseguido borrar de la tradición popular gallega.
Hierbas curativas, protectoras y mágicas
El uso de plantas con fines curativos (de alejamiento del mal con su presencia) se remonta a siglos atrás,no sólo en Galicia sino en todo el continente europeo. Hasta la extensión de los medicamentos actuales las plantas suponían el principal elemento de lucha contra las enfermedades del cuerpo y del espíritu. Las plantas medicinales se cultivaban tanto en los hospitales como en los monasterios o en la casa, donde la noche de San Juan adquieren un especia simbolismo.
Atendiendo a sus virtudes, las plantas se pueden clasificar en: protectoras o profiláticas, cuando alejan el peligro o disponen de poderes mágicos (xesta, codeso); curativas, por eliminar dolencias (hierbaluisa, romero, rosas); y otras, que intervienen en alguna ceremonia pero que por sí mismas no ‘causan efecto' (roble, digital o 'sanxoán").
El rito más común consiste en dejar varias plantas, generalmente de buen olor, en un cubo de agua hasta la amanecida del día 24 de junio.
Las plantas protectoras se suelen colocar en puertas, ventanas o, en las zonas marineras, en el barco, como un medio para "arreda-las meigas". En ocasiones se queman, como cuando cae una fuerte tormenta. Sus efectos beneficiosos abarcan también a los animales y las plantas de la casa; así, para que los árboles frutales no cojan pulgón, se les ata al tronco una xesta.
Un curioso rito contra el tarangaño (raquitismo infantil) consiste en quebrar un carballo o roble joven la noche de San Juan y juntar las dos mitades atándolo bien; mientras unos padrinos se pasan entre sí al niño al tiempo que dicen:
"Doucho quebrado / Devólvemo san".
Si el carballo crece, sanará.
Se cree también que si esta noche se cubre con un pañuelo blanco un helecho o ‘fento’, por la mañana aparecerá lleno de gnomos.
Reportaje publicado originalmente en FARO DOMINGO (FV) el 21 de junio de 1998