El discurso que emociona hace cambiar la manera de ver la realidad

Cualquier persona puede verse en algún momento de su vida en la tesitura de dar un discurso: una celebración familiar o una charla de negocios nos llevan a hablar en público. En realidad “todos somos artífices de discursos, porque los elaboramos o los recibimos”, explicó en Club FARO la profesora de la Universidade de Vigo Inmaculada Anaya. Su conferencia “Claves para emocionar con un discurso” cumplió con las expectativas de la propia invitada: “Que sea amena y útil”.

La conferenciante impartió una clase magistral ilustrada con breves vídeos que ejemplificaban sus observaciones sobre el discurso. Citas de Ana María Matute, Vargas Llosa, Camilo José Cela, Winston Churchill o Mark Twain mostraron los recursos con los que quien habla en público llega a emocionar, esto es, “consigue que nos sintamos identificados con las palabras y que nos hagan actuar”, dice Inma Anaya. Con la emoción, el discurso no solo logra “despertar un interés expectante” sino que además “el discurso que emociona hace cambiar nuestra manera de ver la realidad”.

Anaya ofrece varias pautas o “claves” que aseguran la emoción en los discursos. “Lo primero es tener una idea”, indicó, refiriéndose a “una frase clara, breve y útil” que resuma lo que se quiere transmitir. “El que no inventa no vive”, dijo por ejemplo la escritora Ana María Matute al recibir el premio Cervantes como síntesis de su discurso, una llamada a la imaginación literaria.

Inmaculada Anaya Revuelta (Uvigo)
“Los detalles importan” al hablar a un auditorio, advierte la filóloga

En segundo lugar, es necesario “conocer a la audiencia”: saber porqué acude a escuchar, cuáles son sus inquietudes y cómo lo que se diga puede ayudar. “Es importante buscar los puntos en común” entre el orador y su público, generando cercanía. Una vía es la humildad. En su célebre discurso a graduados en la Universidad de Stanford, el fundador de Apple Steve Jobs no dudó en admitir que él nunca se había graduado. Otra forma de aproximarse al público es usar los pronombres personales (referirse a los oyentes como “vosotros”), o recordar las circunstancias que llevan a unos y otros a coincidir en el acto donde se produce el discurso. “Los detalles importan”, dijo Inmaculada Anaya.

La tercera clave consiste, según la filóloga de la Universidad de Vigo, en “preparar el discurso”. El orden en tres partes –inicio, desarrollo y final–, recomendado por los clásicos, sigue siendo válido y “funciona para estructurar las ideas”.

Así, conviene arrancar con un “exordio” que atraiga la atención de los oyentes. “Una entrada agradable, o una anécdota personal, rompe el hielo y aporta tranquilidad al ponente”, aconsejó.

Recursos retóricos como la metáfora ayudan a subrayar las ideas más destacadas

Después, en el desarrollo del discurso, Anaya llama a “aclarar y subrayar las ideas más destacadas”, utilizando recursos retóricos como la metáfora, la anáfora (repetir palabras al inicio de cada frase) o la catáfora (adelantar que algo se dirá después).

El final del discurso “debe ser impactante, para que perdure con fuerza en la mente del oyente”. Es lo que Cicerón llamaba “clavar el aguijón”: inducir a la audiencia a una actitud positiva que le lleve a actuar. Un ejemplo sería el “Yes we can” del presidente Obama en sus discursos electorales.

Eslógan de Obama en 2008. Wikipedia Commons

Frases que emocionan

Una cuarta pauta a seguir a la hora de dar un discurso es “ser uno mismo, transmitir autenticidad y pasión”. Anaya ve imprescindible si se quiere emocionar a la audiencia, “evitar traicionar a nuestro estilo, caer en excesos o artificios”. Puso como ejemplo cómo recogió un premio el pintor Antonio López: “Dijo que él solo sabía pintar, no dar discursos, y dio las gracias; al día siguiente fue lo más recordado”.

Otra “clave” de un discurso emocionante es que mueva a la acción, incluso con un verbo imperativo. No solo se trata de convencer, “que es probar que algo es verdadero o falso”, sino de persuadir, “mover la voluntad”.

“No hay un discurso perfecto, sino frases que hacen reaccionar”

Inma Anaya aconseja tener claro al hablar en público que “cuando se dice que se va a terminar, se termina”, y no importa si aún hay más cosas que transmitir, porque para entonces el público ya no estará atento.

“No hay un discurso perfecto, pero sí frases que emocionan y hacen reaccionar”. Ella misma remató con una: “Si la escuchan, díganla”.

Imagen de mohamed_hassan - PxHere

“Improvisar no es una táctica recomendable”

“Hacen falta tres semanas para preparar un discurso improvisado”, decía el escritor Mark Twain. Según Churchill, “necesitas diez minutos para hacer un discurso de dos horas y dos horas para un discurso de diez minutos”.

Y es que como insistió Inmaculada Anaya, “improvisar no es una táctica recomendable en ningún caso” cuando se habla en público.

Apoyarse en un orden que estructure el discurso es fundamental. Sobre todo tener una idea clara del mensaje que se quiere transmitir. “Uno de los problemas que encuentran algunos al pronunciar un discurso es que no tienen una idea clara de qué contar o no han estructurado bien lo que van a decir. Este error suele provocar la falta de atención del público que desconecta y se pierde”.

Leer los papeles pero mantener el contacto

Discurso de Antonio Banderas al recoger el Goya a toda su trayectoria.

En el coloquio posterior a la conferencia en Club FARO, le preguntaron a Anaya qué le parecen los discursos leídos, como suelen ser los del Rey o los políticos. La profesora de la Universidad de Vigo no ve problema en apoyarse en los papeles cuando se habla en un auditorio “pero hay que saber leer, ensayar previamente y no olvidar la comunicación no verbal, lo que implica mantener el contacto visual”.

En uno de los ejemplos que presentó en video durante la conferencia, el actor Antonio Banderas recoge el premio Goya a toda su trayectoria. “Lleva escrito el discurso e incluso pasa el dedo sobre el papel para no perderse”; sin embargo sigue en contacto con el público, con el que establece una complicidad al arrancar su discurso con una anécdota divertida.

Inma Anaya llegó a la Universidad de Vigo con una tesis sobre la ictionimia (los nombres de los peces) para luego interesarse por la evolución del lenguaje y la retórica. Imparte un máster sobre el uso de la retórica en el ámbito empresarial


Publicado originalmente en Faro de Vigo el 13 de junio de 2015