Economía Social: el capital como instrumento

Combatir el paro, buscar el pleno desarrollo de la persona en el ámbito laboral y promocionar nuevas actividades creativas son algunos de los objetivos de la Economía Social, un modelo de organización empresarial aún poco desarrollado a pesar de su continua expansión.

Cooperativas y Sociedades Anónimas Laborales (SAL) son las principales fórmulas de aplicación de este sistema económico que hunde sus raíces en el socialismo "utópico" del siglo XIX.

La Economía Social es al tiempo una disciplina teórica y un movimiento social. Bebe en las mismas fuentes históricas del obrerismo, principalmente de las corrientes libertarias y anarquistas. Sus manifestaciones más remotas fueron los "falansterios" y otras comunidades que trataban de construir un modelo económico distinto al capitalismo. A lo largo del siglo XX adoptó diversas fórmulas de organización de base, desde cooperativas agrarias hasta instituciones de carácter benéfico.

En España la Administración del Estado dio entidad jurídica a las organizaciones de economía social, regulándolas como una posibilidad empresarial más. Las sociedades cooperativas siguen la regulación del Ministerio de Trabajo. Tienen su propia Ley de Cooperativas las Comunidades Autónomas de: Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Extremadura, Galicia, Illes Balears, La Rioja, Madrid, Murcia, Navarra, Comunidad Valenciana y País Vasco. En Galicia, la Lei de Cooperativas data de 1998 y su última modificación data de enero de 2021.

Las estadísticas de la Seguridad Social, a 31 de diciembre de 2018, cifran en 550 las sociedades cooperativas en Galicia, que dan empleo a 6.685 personas. Estas cifras representan menos del 5% del total de empresas y trabajadores gallegos, un bajo porcentaje en comparación con el 20% de Andalucía, el 17% de Cataluña o de la Comunidad Valenciana, donde los modelos de la Economía Social tienen más tradición, sobre todo en los sectores industrial y agrario.

Cuando la competitividad no da frutos, hay que apostar por la colaboración.

Ni público ni privado

La experta Ana Lorenzo Vilas, presidenta de la Asociación para a Economía Social (APEC), explica en qué se basa este sistema económico situado a medio camino entre la empresa pública —por perseguir bienes sociales— y la privada —porque su gestión no está controlada por gobiernos u organismos públicos: "La Economía Social busca que los propios usuarios, beneficiarios o consumidores se autoorganicen mediante el aporte de sus propios recursos y el control democrático de su gestión".

Este modelo de organización económica trata de superar las deficiencias de los dos modelos mayoritarios en el sistema capitalista: el público, con la burocracia y la "ridícula" implicación del ciudadano en la gerencia de sus resursos; y el privado, jerárquico y centrado en la consecución del beneficio económico. "Se trata de entender el capital como un instrumento y no como un fin. Si tienes 1.000 euros puedes invertirlos donde más rápido se conviertan en 2.000, o bien instrumentalizarlos para conseguir otros fines de carácter social", ejemplifica la presidenta de la APEC.

Ana Lorenzo: "La Economía Social busca que los propios usuarios controlen la gestión de sus recursos"

"Aquí el beneficio se mide de otra forma. Un inversor solo lo valora por la cantidad de dinero que consigue en referencia a la cantidad de dinero que aporta. En ese juego, los principios éticos, ecológicos y sociales carecen de importancia. Se puede montar una industria que realice vertidos químicos o usar mano de obra infantil, eso da igual porque de 100.000 euros sacas 200.000. Estás más contento que el cuco y aún por encima consigues un reconocimiento social".

Frente a ello, la Economía Social propone "meter 1.000 euros y retirar la misma cantidad si a cambio de eso se obtienen beneficios sociales, como por ejemplo reducir la jornada laboral o dejar de trabajar en un ambiente desagradable para dedicarse a lo que a uno más le gusta o lo que mejor sabe hacer".

Considerar el capital como un instrumento, no como un fin; he ahí la base teórica de la Economía Social.

Gestión democrática

Votación a mano alzada. Edwin Andrade / Unsplash

Un segundo principio de esta disciplina económica se refiere al modo de organización interna: "La gestión debe ser democrática. Esto significa que las cuestiones más fundamentales (aprobar las cuentas, decidir líneas básicas de acción) se debaten en una asamblea con todos los socios y socias. No se abusa de las asambleas representativas, aunque exista un consejo de administración o junta que toma decisiones puntuales. El organigrama de una sociedad basada en la Economía Social sitúa en la cúpula a la asamblea y por debajo de ella al consejo rector —obligado a rendir cuentas a los socios— o en su caso al presidente como cargo representativo", explica Ana Lorenzo.

Los teóricos de la Economía Social han elaborado una serie de principios adyacentes comó el "interés por la comunidad" (esto es, que el grupo no se cierre en sus propias necesidades sino que dedique cierto esfuerzo al ámbito que le rodea) o la "formación y educación", de acuerdo con el convencimiento de que la autorrealización humana va más allá de cubrir las necesidades materiales: también es necesario el saber, la formación, el conocimiento.

"Estos objetivos ponen el bien social por delante del beneficio económico. De todas formas, en la práctica esto es más relativo. Depende de la situación de cada uno. Está claro que el capital es necesario y que para conseguirlo hay que trabajar mucho", matiza la presidenta de la APEC.

Plasmación práctica

Tres personas pueden formar una cooperativa. Simon Maage / Unsplash

Hay dos vías para la creación de empresas basadas en los principios de la Economía Social. Por un lado están las sociedades cooperativas, formadas por un mínimo de 3 personas y en las que cada socio es, al mismo tiempo, inversor y trabajador. Por otro se encuentran las sociedades anónimas laborales (SAL), en las que se acepta la introducción de capital ajeno —privado o público— hasta un cierto porcentaje, de modo que sean los trabajadores quienes mantengan el control sobre los recursos de la empresa.

Cada una de estas fórmulas se subdivide en varios tipos según el fin que persigan, como las cooperativas agrarias, las de consumidores o las de Trabajo Asociado. Además, aunque a un nivel no empresarial, se consideran entidades de Economía Social las fundaciones (ONCE, Barrié de la Maza, Celta...) y las asociaciones sin ánimo de lucro como oenegés o asociaciones de vecinos.

"En el fondo se trata de autoorganizarse para movilizar recursos y conseguir ciertos fines, que pueden ir desde el más básico, obtener un puesto de trabajo mediante fórmulas de autoempleo, hasta proporcionar unos servicios a la comunidad", comenta Lorenzo.

Aplicaciones en la empresa

Empresas convencionales aplican principios de la Economía Social. Campaign Creators / Unsplash

Los principios de la Economía Social tienen voluntad universal y por ello son perfectamente aplicables a las empresas "convencionales".

Según Ana Lorenzo, "muchas pequeñas empresas con figuras jurídicas como la sociedad limitada o incluso los autónomos pueden aplicar fórmulas de la Economía Social para resolver sus propios problemas".

Numerosas pequeñas empresas atraviesan dificultades para, por ejemplo, adaptarse a la innovación tecnológica, a consecuencia de su tamaño.

A la pequeña empresa y los autónomos también les puede beneficiar la intercooperación

La "intercooperación" puede favorecer el desarrollo de estas sociedades; de hecho se está aplicando como un "principio estratégico". Un ejemplo claro tiene como protagonista a la SAL Aenor, una empresa dedicada a la fabricación e instalación de ascensores que opera en Galicia, León y el norte de Portugal.

Aenor encontró problemas para competir con las multinacionales del sector Otis y Thyssen, que cuentan con avanzados departamentos de innovación y grandes recursos humanos, técnicos y financieros.

La sociedad laboral Aenor decidió aliarse con otras empresas en zonas que no le suponían competencia (País Vasco, Valencia, Tarragona) con el fin de compartir recursos de investigación y métodos de trabajo que ahora cada una de ellas aplica en su respectivo ámbito.

La intercooperación es válida para todo tipo de empresas con dificultades derivadas de su dimensión, sea cual sea su forma legal. Así, las autoescuelas de Vigo optaron en su momento por armonizar el precio de sus cursos. "Preferían competir por calidad y servicio antes que por tarifas, ya que esa política las estaba hundiendo y desacreditando desde el punto de vista del cliente", cuenta la presidenta de la Asociación para a Economía Social.

Las fórmulas de cooperación pueden referirse a muy diversos ámbitos: compromisos sobre precios al público, compra conjunta de materia prima, acceso a la formación, modernización tecnológica... El único requisito es que exista un interés común.

Aumentar la motivación

Comunicar problemas y proponer mejoras implica al empleado. Jason Goodman / Unsplash

Una segunda vía de aplicación de los principios de la Economía Social a la empresa convencional afecta a su organización interna. Estas fórmulas tienen como principal objetivo aumentar la implicación y la motivación de los trabajadores mediante el fomento del trabajo en grupo y la colaboración.

Las teorías sobre recursos humanos y la expansión económica de los años 60 dieron pie a un modelo de organización productiva basada en la implicación de los trabajadores en la "cultura" de la empresa, bien como una forma de evitar actitudes "beligerantes", bien como un modo de aumentar su rendimiento. El modelo —todavía imperante— trata de mantener contentos a los empleados mediante aumentos salariales, paulatinas mejoras de las condiciones laborales y la presencia de representantes sindicales aceptados en el seno de la empresa.

Sin embargo, la flexibilización del mercado laboral y la globalización de la economía han hecho entrar en crisis este modelo, que se está sustituyendo por otras formas de participación activa de los empleados.

El ejemplo más claro son los "círculos de calidad", un método de trabajo en el que los empleados comunican los problemas y proponen posibles mejoras en sus respectivos puestos. Con ello se implican más en la producción, revalorizan su papel, acumulan conocimientos y alcanzan cierta cuota de poder.

Por su parte, la empresa mejora su organización interna y su producto. "Son fórmulas que se aplican en la vanguardia del mundo empresarial. La línea es potenciar el trabajo en grupo, la participación y la implicación. A cambio se pueden ofrecer mejoras de horario o de remuneración", apunta la experta.


Reportaje publicado originalmente en FARO DOMINGO el 26 de abril de 1998 (datos estadísticos actualizados a 2018)